Traducimos y resumimos un interesante artículo que aparece en el New York Times para aquellos estafadores que consideran la fuga como una opción frente a la alternativa de pasar el resto de la vida en prisión:
Los Bernie Madoffs del mundo -no únicamente el autor del esquema Ponzi, pero también los contadores, abogados y administradores de Fondos de Cobertura- entran dócilmente a las cortes federales con un rictus en sus rostros y la expectativa de largas sentencias condenatorias, y el observador no puede dejar de preguntarse: Por qué no se llevan el dinero robado y desaparecen?
Un poco de cirugía plástica y un pago discreto a un funcionario de otro país podrían comprar una vida bronceada en una nación ubicada en un archipiélago en Océano Indico, muchas de las cuales no tienen tratados de extradición con los Estados Unidos. Inclusive una disminución del estilo de vida, tal vez conduciendo un motor fuera de borda en un bote lleno de piratas somalíes luciría preferible a una sentencia vitalicia a ser cumplida en una prisión federal de máxima seguridad.
Pero en la medida en que un mayor número de Plutócratas enfrentan investigaciones penales, pocos consideran a la fuga como una opción. Puede ser que les fallen los nervios, o tal vez, en esta era de Facebook y de “Los más buscados de América”, en el mundo hay una escasez de recovecos en los que un prófugo podría esconderse.
(Una reflexión: un “lugar comfortable para esconderse” es la clave: Korea del Norte, algunas dela repúblicas cuyo nombre terminan en “istán” o las zonas tribales del occidente de Pakistán están fuera del alcance de la Ley, pero el estilo de vida carece de servicios cinco estrellas)
Vic O’Boyski, un ex-Marshall de los Estados Unidos, se considera un filósofo de la fuga. Ha visto cómo el mundo se ha reducido en tamaño. El FBI tienen funcionarios en las embajadas Norteamericanas, especialistas en computación retocan retratos de los fugitivos para mostrar los efectos del envejecimiento, y contadores forenses buscan cuentas ubicadas en jurisdicciones bancarias “off-shore”. Le tiene un especial respeto profesional para aquellos que se toman la fuga en serio.
“No hay llamadas de teléfono, no hay cartas, no hay Facebook, no hay acceso al dinero- es duro”, dice. “Si no tienes un plan de fuga, tienes un problema”.
En una época, el estilo de vida del fugitivo era más simple. En 1972 Robert Vesco, el estafador del mercado accionario que hizo contribuciones ilegales a la campaña electoral de Richard Nixon, aterrizó en Costa Rica, hizo donaciones por USD 2.1 millones a una empresa que fue fundada por el Presidente de ese país, y esperó hasta que (milagrosamente) ese país aprobó una ley que prohibía su extradición. Hoy Costa Rica es un destino turístico y no da la bienvenida a tipos despreciables que buscan evitar la extradición.
Hoy el mundo es más reducido. Los Estados Unidos ha celebrado tratados de extradición con casi todos los países del Hemisferio Occidental y buena parte de Europa, según un reporte que data de 2007.
Los fugitivos más exitosos tienden a ser criminales de alto vuelo, más que criminales del sector financiero: James “Whitey” Bolger Jr., jefe de la pandilla Winter Hill de Boston, desapareció en 1999 y no se le ha vuelto a ver, aún cuando hay reportes de que lo han visto en Taormina, Sicilia, y en Dublin, Irlanda.
Los criminales de cuello blanco son menos impresionantes: son tiburones en la sala de Juntas Directivas pero peatones en la fuga. Joe Judge, un agente retirado del FBI, no podía esconder su disgusto al enterarse que tres fugitivos se habían enconchado en un The Breakers, un hotel de cinco estrellas en Palm Beach, Fl. “No tienen arreglo”, dijo el Sr. Judge. “Sencillamente no son buenos fugitivos”
Muchos sospechosos de cometer delitos de cuello blanco están convencidos de que son muy inteligentes para ser condenados: creen que si los dejan testificar podrán convencer al jurado.
“Es divertido cómo muchos no entienden su problema”, dijo Daniel Richman, un ex-acusador federal y profesor de Derecho en la Universidad de Columbia. “Nunca he podido entender por qué los sospechosos no se fugan”
Pero algunos si deciden fugarse. Cuando Rudolph Giulianai era acusador, acusó al especulador de Commodities Marc Rich, quien se refugió en Suiza. El Sr. Rich, con ayuda de las donaciones hechas por su esposa, experimentó su propio milagro en el 2001, cuando el Presidente Bill Clinton lo indultó horas antes de que culminara su período presidencial.
lunes, 23 de marzo de 2009
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