VenePirámides
Nuestro colaborador Hefesto Hefesto trae una nueva entrega en la que discute por qué el problema no es la Bolsa en la que negociemos nuestras inversiones, sino las políticas públicas que imposibilitan el ahorro nacional. Coviene leerla a los incautos que piensen que la Bolsa Pública puede ser una alternativa de ahorro:
Entre todos los discursos y declaraciones que por estos días se han realizado entorno a la creación de una “Bolsa No Capitalista”, pareciera que se quisiera tapar el sol con un dedo o a través de de un especie de arte desconocido producto de una metástasis colectiva, desdibujar lo que cualquier persona con sentido común esperaría al prestar su dinero: “rentabilidad acorde al riesgo y circunstancias que se asumen”.
Cuando se habla de ahorro, a lo que se apunta no es más que al resultado de realizar una simple resta entre los ingresos que percibimos y los egresos (gastos) que debemos cubrir para mantenernos (vivir). Si esa operación matemática tiene como resultado un saldo positivo, entonces tenemos un excedente que puede ser guardado para un consumo posterior o bien para incrementar nuestro patrimonio.
Nadie en su sano juicio estaría dispuesto a entregarle a un tercero, el dinero que le ha costado obtener a cambio de nada, por el contario, siempre esperará recibir un premio o recompensa por el tiempo que ese dinero no ha estado en su poder, incrementando de esta forma su capital inicial. Si a eso le sumamos la oportunidad que tiene la persona de prestar nuevamente el dinero junto al premio recibido, lo lógico será esperar un premio mayor.
Ese círculo virtuoso tiene un nombre que no puede cambiarse “Acumulación de Capital” y es generado cuando de forma indirecta ese ahorro se destina al financiamiento de empresas y proyectos para llevar a cabo la producción y por la parte del que invierte (ahorrista) obtener ganancias u otro beneficio de interés propio. En palabras más cortas “capitalismo”.
Más claro no puede estar el concepto antes citado, cuando leemos el Artículo 4 de la Ley de la Bolsa Pública de Valores Bicentenaria, el cual indica que:
La Bolsa deberá: 1.) Prestar al público todos los servicios necesarios para que se realicen, en forma continua y ordenada, las operaciones con valores que en ella se inscriban, con la finalidad de proporcionarles adecuada liquidez y 2.) Mantener el correcto funcionamiento de un mercado bursátil que ofrezca a los inversionistas y al público en general, las condiciones indispensables para la celebración de negociaciones con valores.
Obsérvese que la palabra mercado viene del latín “mercatus” y esta del verbo mercaií(comprar) de meix (mercancía) y es relacionado con mercurio (dios del comercio) que encontramos en comercio y mercadería. De igual forma, las bolsas reciben esta denominación desde que, en el siglo XIII, en la ciudad europea de Brujas, de la región de Flandes, una familia de nobles, encabezada por Van Der Buërse, realiza reuniones de carácter mercantil.
Esto nos lleva a “El Mercantilismo” que contrario al uso que se le ha querido dar recientemente como justificativo de muchas acciones por parte del Estado, encontramos que el mercantilismo es una doctrina de pensamiento económico que prevaleció en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII, la cual promulgaba que el Estado debe ejercer un férreo control sobre la industria y el comercio para aumentar el poder de la nación al lograr que las exportaciones superaran el valor de las importaciones. Por tanto, mientras el liberalismo considera a la riqueza como preciosa para el individuo, y por ende, digna de ser alcanzada como fin en sí misma, es un hecho puramente natural e involuntario que la riqueza de los ciudadanos contribuya a aumentar la riqueza del Estado, para el mercantilismo, la riqueza privada es simplemente un medio y como tal se debe subordinar al Estado y a sus fines de dominio. Entonces, sí conjugamos los acontecimientos que se han presentado en nuestra tejido empresarial e industrial, con los conceptos previos, podríamos especular que la Bolsa Pública Bicentenaria, tiene un objetivo más allá del que se ha dejado ver a través de la Ley que la ha creado.
El único problema que se les presenta a los pensadores de la SNV es que el pensamiento y forma de actuar de las personas que viven en este siglo XXI, es que el siglo XVIII se encuentra donde debe estar, en la Historia. Y es que si nos ponemos a ver lo que ha ocurrido en los últimos tiempos con las expropiaciones de empresas como Sivensa (Sidetur), Cemex y Venepal, en ese camino han quedado afectadas miles de personas que otrora colocaron parte de sus recursos (ahorros) en esas empresas comprando sus acciones, contribuyendo al crecimiento de ellas y esperando a cambio un beneficio. Solo en el caso de Sivensa, para el primer trimestre de 2009, la empresa contaba con más de 7.200 accionistas minoritarios que sumaban más del 35% del capital de la empresa, con un valor de mercado de Bs. 159.927.787,85. Hoy día al igual que los accionistas minoritarios de Cemex, estas personas no tienen claro cuando y como recibirán el dinero invertido.
Bajo este panorama, como diría el Profesor planificador, la inversión que puedan hacer los individuos en el país, bajo el sistema feudal asumido, tendrá un muy marcado crecimiento negativo en los meses por venir. Y es que nadie en su sano juicio le entregaría a un tercero el dinero que la costado obtener a cambio de nada y con la probabilidad de no verlo nunca más.
“Una dinámica sin fin nada puede moldear; un país no puede desarrollarse como un tren en marcha hacia el infinito y que nadie sabe cuándo se detendrá”
Nuestro colaborador Hefesto Hefesto trae una nueva entrega en la que discute por qué el problema no es la Bolsa en la que negociemos nuestras inversiones, sino las políticas públicas que imposibilitan el ahorro nacional. Coviene leerla a los incautos que piensen que la Bolsa Pública puede ser una alternativa de ahorro:
Entre todos los discursos y declaraciones que por estos días se han realizado entorno a la creación de una “Bolsa No Capitalista”, pareciera que se quisiera tapar el sol con un dedo o a través de de un especie de arte desconocido producto de una metástasis colectiva, desdibujar lo que cualquier persona con sentido común esperaría al prestar su dinero: “rentabilidad acorde al riesgo y circunstancias que se asumen”.
Cuando se habla de ahorro, a lo que se apunta no es más que al resultado de realizar una simple resta entre los ingresos que percibimos y los egresos (gastos) que debemos cubrir para mantenernos (vivir). Si esa operación matemática tiene como resultado un saldo positivo, entonces tenemos un excedente que puede ser guardado para un consumo posterior o bien para incrementar nuestro patrimonio.
Nadie en su sano juicio estaría dispuesto a entregarle a un tercero, el dinero que le ha costado obtener a cambio de nada, por el contario, siempre esperará recibir un premio o recompensa por el tiempo que ese dinero no ha estado en su poder, incrementando de esta forma su capital inicial. Si a eso le sumamos la oportunidad que tiene la persona de prestar nuevamente el dinero junto al premio recibido, lo lógico será esperar un premio mayor.
Ese círculo virtuoso tiene un nombre que no puede cambiarse “Acumulación de Capital” y es generado cuando de forma indirecta ese ahorro se destina al financiamiento de empresas y proyectos para llevar a cabo la producción y por la parte del que invierte (ahorrista) obtener ganancias u otro beneficio de interés propio. En palabras más cortas “capitalismo”.
Más claro no puede estar el concepto antes citado, cuando leemos el Artículo 4 de la Ley de la Bolsa Pública de Valores Bicentenaria, el cual indica que:
La Bolsa deberá: 1.) Prestar al público todos los servicios necesarios para que se realicen, en forma continua y ordenada, las operaciones con valores que en ella se inscriban, con la finalidad de proporcionarles adecuada liquidez y 2.) Mantener el correcto funcionamiento de un mercado bursátil que ofrezca a los inversionistas y al público en general, las condiciones indispensables para la celebración de negociaciones con valores.
Obsérvese que la palabra mercado viene del latín “mercatus” y esta del verbo mercaií(comprar) de meix (mercancía) y es relacionado con mercurio (dios del comercio) que encontramos en comercio y mercadería. De igual forma, las bolsas reciben esta denominación desde que, en el siglo XIII, en la ciudad europea de Brujas, de la región de Flandes, una familia de nobles, encabezada por Van Der Buërse, realiza reuniones de carácter mercantil.
Esto nos lleva a “El Mercantilismo” que contrario al uso que se le ha querido dar recientemente como justificativo de muchas acciones por parte del Estado, encontramos que el mercantilismo es una doctrina de pensamiento económico que prevaleció en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII, la cual promulgaba que el Estado debe ejercer un férreo control sobre la industria y el comercio para aumentar el poder de la nación al lograr que las exportaciones superaran el valor de las importaciones. Por tanto, mientras el liberalismo considera a la riqueza como preciosa para el individuo, y por ende, digna de ser alcanzada como fin en sí misma, es un hecho puramente natural e involuntario que la riqueza de los ciudadanos contribuya a aumentar la riqueza del Estado, para el mercantilismo, la riqueza privada es simplemente un medio y como tal se debe subordinar al Estado y a sus fines de dominio. Entonces, sí conjugamos los acontecimientos que se han presentado en nuestra tejido empresarial e industrial, con los conceptos previos, podríamos especular que la Bolsa Pública Bicentenaria, tiene un objetivo más allá del que se ha dejado ver a través de la Ley que la ha creado.
El único problema que se les presenta a los pensadores de la SNV es que el pensamiento y forma de actuar de las personas que viven en este siglo XXI, es que el siglo XVIII se encuentra donde debe estar, en la Historia. Y es que si nos ponemos a ver lo que ha ocurrido en los últimos tiempos con las expropiaciones de empresas como Sivensa (Sidetur), Cemex y Venepal, en ese camino han quedado afectadas miles de personas que otrora colocaron parte de sus recursos (ahorros) en esas empresas comprando sus acciones, contribuyendo al crecimiento de ellas y esperando a cambio un beneficio. Solo en el caso de Sivensa, para el primer trimestre de 2009, la empresa contaba con más de 7.200 accionistas minoritarios que sumaban más del 35% del capital de la empresa, con un valor de mercado de Bs. 159.927.787,85. Hoy día al igual que los accionistas minoritarios de Cemex, estas personas no tienen claro cuando y como recibirán el dinero invertido.
Bajo este panorama, como diría el Profesor planificador, la inversión que puedan hacer los individuos en el país, bajo el sistema feudal asumido, tendrá un muy marcado crecimiento negativo en los meses por venir. Y es que nadie en su sano juicio le entregaría a un tercero el dinero que la costado obtener a cambio de nada y con la probabilidad de no verlo nunca más.
“Una dinámica sin fin nada puede moldear; un país no puede desarrollarse como un tren en marcha hacia el infinito y que nadie sabe cuándo se detendrá”
Bolsa Publica para los bolsas
ResponderBorrarAyer leia en una pagina de noticias via INTERNET como reportaban operaciones totales del dia en la bolsa de valores de caracas por 237000 BsF!!!!! Esos son 50ypico mil verdes oficiales (0 menos de 30000 en tasa innombrable), algo asi como lo que debe mover la Bolsa de Bogota o Santiago en unos minutos!!!!
ResponderBorrarAqui no hay bolsa, ni empresas que cotizan, ni indice,..eso quedo en el pasado.