Uno de los principales criterios para la escogencia de una institución financiera es la competencia profesional de los encargados de su gestión. Esa competencia deriva de su formación profesional, su experiencia y la ausencia de conflictos de interés a la hora de tomar las decisiones que más beneficien a los diversos “stake holders” del banco.
Esa competencia es imposible de valuar en el caso de Stanford International Bank (SIB). En efecto, este banco con activos de USD 8.5 billones al 31/12/07 tuvo gastos por concepto de salarios de tan solo USD 2.211.932 en el año 2007 (USD 1.810.025 en el 2006). La explicación de este minúsculo gasto se encuentra en sus estados financieros “auditados”: SIB mantiene un contrato de “gerencia” con Stanford Financial Group Global Management, LLC, en virtud del cual esta empresa ofrece servicios de “tesorería, establecer e implementar la política de negociación de valores, comunicaciones con clientes, investigación, mercadeo, desarrollo de marca, relaciones con gobiernos y el público, tecnología y otros costos administrativos”. En otras palabras, SIB delega la gestión medular del banco en un tercero que forma parte del mismo grupo de empresas. Por este concepto, SIB pagó a Stanford Financial Group Global Management, LLC USD 142.699.711 en el año 2007 (USD 105.882.842 en el 2006).
Como si lo anterior fuera poco, SIB suscribió un contrato para remunerar a Stanford Group Company, Stanford Trust Company Limited and Stanford Group (Antigua) Limited por “referirle” clientes a SIB. En otras palabras, SIB no gestiona la captación de sus depósitos sino que “delega” esta función también en terceros. Por este concepto, SIB pagó USD 149.025.410 en el 2007 (USD 106.795.786 en el 2006) a Stanford Group Company, Stanford Trust Company Limited y Stanford Group (Antigua) Limited.
La ausencia de la independencia de la gestión de SIB se extiende a la ausencia de la independencia de sus auditores, C.A.S Hewlett & Co. Ltd., que no sólo auditan este banco con activos de USD 8.5 billones por USD 60.000 al año, sino que también son auditores del Bank of Antigua, otro miembro del Stanford Financial Group. La clara dependencia de esta firma de auditoría del Grupo Stanford claramente compromete la independencia de su gestión.
Y quién controla que todas estas transacciones beneficien a los “stake holders” de SIB o se hagan en condiciones de mercado? Pues ciertamente no es el banco mismo, sino una maraña de empresas relacionadas que no necesariamente responden a los intereses de sus depositantes.
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