lunes, 14 de abril de 2014

En los barrios hay hambre (y el dolar @70)

VenePirámides 
Carolina J. lleva una hora de pie frente al abasto Bicentenario de Plaza Venezuela. Con un bebé en brazos, espera su turno en la cola de la tercera edad para entrar al supermercado de la red estatal. Viene de Catia esperando comprar “lo que haya”. Bromea: “Ahora el venezolano que no hace cola no come”. “Vengo de Vargas y mi hermano de Higuerote. Por allá no se consigue nada, y cuando hay, te quieren sacar un ojo”, comenta Nancy P. en la cola de un jueves en el Bicentenario de Macaracuay, en la que llevaba tres horas. “Ojalá que cuando entre no se hayan acabado la leche en polvo ni el aceite”, agrega mostrando un número anotado en un pequeño cartón con el que aguarda su turno y que le permitirá comprar esos productos a precio regulado. Su vecino de fila, Pedro G., motorizado, se trasladó hasta el supermercado desde Petare (donde no consigue productos de canasta básica) para comprar “lo que consiga”. Afirma que no le queda otra opción porque en otros comercios “la plata no le alcanza”. Ante la escasez en las barriadas de Caracas, se registra una migración de compradores hacia los supermercados (privados y estatales) de la ciudad en busca de productos básicos sin sobreprecio. Un recorrido por 19 bodegas y abastos ubicados en cuatro barrios de Caracas (Petare, Antímano, Mamera y La Vega), evidencia que la escasez de alimentos no es exclusiva de los supermercados, tanto de la red estatal como la privada (cadenas e independientes), donde se forman largas colas de personas en busca de bienes escasos. Solo en uno, del total de pequeños negocios visitados, se observó la presencia de pasta, uno de los productos básicos a precio regulado. En el trayecto realizado durante tres días de la segunda semana de abril de 2014, solo se encontró una bodega Mercal abierta, que no vendía productos de las empresas del Estado (como Casa, Diana o Lácteos Los Andes) sino de las privadas Nestlé, Cargill y Alimentos Polar. El encargado, quien pidió mantener su nombre en reserva, aclaró que los distribuidores de la red estatal suministran pedidos dos veces por semana, pero en ese momento aún no habían pasado por el lugar. Negocios más formales en los barrios prefieren no revender productos comprados en la red estatal “para evitar inspecciones del Gobierno”, comentan abasteros. Vecinos y bodegueros de los barrios visitados confirmaron que mercados móviles, tanto de Mercal como Pdval, se instalan una o dos veces por semana, “aunque las colas son enormes”, confirma Wilson Marquina, vecino de Petare, quien se queja por el viacrucis que significa hacer mercado hoy en día. Los encargados de las bodegas y abastos consultados coinciden en que la escasez se siente desde hace un año y en que en los últimos tres meses está “peor”. Muchos pidieron no ser identificados por temor a represalias de “contralores sociales”. La escasez de productos en los barrios ocurre en un país donde, según información oficial certificada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se come más y con mayor contenido calórico. La disponibilidad de energía alimentaria de la población aumentó 55% en doce años, al pasar de 2 mil 127 calorías diarias en 1999 a 3 mil 290 calorías en 2012. La ingesta de proteínas de origen animal se incrementó 43% (de 23 gramos diarios a 46 gr/día) en una década. El Gobierno sostiene que gracias a las políticas sociales en materia alimentaria se logró incrementar el consumo “en rubros que anteriormente no eran accesibles para la población”, sostiene la Memoria y Cuenta 2013 del Ministerio para la Alimentación (Minpal). Algunos rubros no suben cerro. “¿Tiene harina de trigo?”, pregunta una mujer de unos 50 años. “No, señora. Desde diciembre no me llega”, responde José González, quien ve pasar la mañana detrás del mostrador de su bodega, ubicada en el Barrio Unión de Petare, al este de Caracas. Los estantes no exhiben paquetes de azúcar, café, harina de maíz, papel tualé, potes de aceite ni margarina. “De la leche hasta me olvidé. Ya casi no vendo esos productos básicos. Tampoco desodorante, algunos productos de limpieza como lavaplatos. Ahora hay muchos problemas para conseguir esa mercancía con precio regulado”. Hace aproximadamente un año que María Rodríguez y su esposo dejaron de ofrecer productos de la cesta básica en su bodega, instalada en una pequeña terraza del sector Mamera, escaleras arriba del bulevar de Antímano, al oeste de la capital venezolana. “Todo se ha puesto muy difícil. Ya no vale la pena ir a los mayoristas de Quinta Crespo o Makro (de La Yaguara), porque aparte de hacer cola y pagar el flete, no te dejan llevar al mayor sino dos o cuatro paquetes por persona, lo que alcanza apenas para nosotros. Ahora nos defendemos vendiendo chucherías (que conseguimos en la confitería de la zona) y malta y refrescos, que los distribuidores sí siguen trayendo”. Entre las bodegas de Petare y Antímano hay 29 kilómetros de distancia, pero comparten los mismos problemas para llenar sus anaqueles con los productos alimenticios y de limpieza más buscados por los venezolanos. “Antes vendíamos de todo: harina de maíz, café, azúcar, aceite. Pero eso fue cambiando con el tiempo. Los camiones siguen trayendo refrescos y cervezas, pero muchos distribuidores dejaron de subir hasta acá”, recuerda José Celestino Blanco, en el sector La Ceiba de Petare. Lleva 23 años al frente de su bodega, en una zona de difícil acceso en la que han cerrado ocho negocios (incluida una panadería popular) en los últimos 12 años. Una sierra para carnes desenchufada y un enorme frigorífico que desentona con los estantes vacíos quedan como recuerdo de la época en que funcionaba como abasto y carnicería. “Ahora solo vendemos lo que encontramos en el mercado de Mezuca, Makro (La Urbina) y la redoma de Petare. Con tanta escasez es difícil mantener este negocio”, comenta Blanco. Hace un año había escasez, pero no a los niveles actuales. De acuerdo con un reportaje publicado en ÚN en marzo de 2013, las bodegas “cerro arriba” de Caracas sí estaban surtidas con productos de la canasta básica, pero a precios por encima del PVP, debido a que se incluía el costo de transporte. Hoy el panorama cambió. Dejaron de venderse en los abastos de barrio o bien hay que “montarles cacería” porque vuelan. Cifras del Banco Central de Venezuela (BCV) señalan que el índice de escasez de alimentos se ubicó en 28,3% en diciembre de 2013, mientras que en enero de 2014 -último reporte conocido- fue de 26,2%. Por otra parte, reportes de la firma Datanálisis señalan que la escasez en 2012 en abastos y bodegas (canales tradicionales) fue de 27,2%, mientras que en febrero de 2014 aumenta a 59,9%. Según la Memoria y Cuenta 2013 del Ministerio para la Alimentación, Minpal, la distribución de comida baja a 11% entre 2012 y 2013, Una comparación de los balances de gestión de este organismo de los años 2010, 2011, 2012 y 2013 indican que el número de establecimientos de la red estatal (Mercal, Pdval y Abastos Bicentenarios) bajó 25% (de 19 mil 234 en 2010 a 14 mil 443 en 2013), mientras que la demanda creció casi al doble (de 10,7 millones de personas a 19 millones). La distribución de alimentos por persona al año mermó: 173 kilos per cápita en 2010 a 92 kilos per capita en 2013 (ver infografía). ÚN solicitó una entrevista vía telefónica y por escrito (lunes 7 de abril) con el ministro de Alimentación, Félix Osorio, y el viceministro de Políticas Alimentarias, Rafael Coronado Patiño, para consultar sobre el estado de la red pública en las zonas populares. No hubo respuesta al cierre de esta edición. “No nos llega mercancía como antes. Hacemos un pedido a los distribuidores de 100 bultos de caraotas, por ejemplo, y nos mandan cinco”, afirma Jorge Pérez, encargado de un almacén mayorista en el mercado de Mezuca (Petare) que surte desde hace 30 años a bodegas y abastos de la zona. Desde el Caracazo, Pérez no recuerda un nivel de escasez parecido. Piensa que hace 25 años sí había producción y posibilidades de recuperación mayores. “Las ventas han caído 70% desde enero a la fecha. Antes, un martes cualquiera, esto era un hervidero”, rememora mientras un grupo de empleadas conversa a la espera de clientes. “Un pedido puede tardar hasta dos semanas, cuando llega lo ponemos de inmediato en los anaqueles y vuela”. Los bodegueros que se apoyan en mayoristas tienen que trasladarse hasta el mercado de Quinta Crespo, Makro o “los chinos” (almacenes administrados por personas de procedencia asiática). Pero en esos establecimientos también fallan los productos con precios controlados. “Antes dejaban comprar pacas con varios kilos, por ejemplo, de harina de maíz. Ahora solo permiten llevar dos paquetes por persona. ¿Qué beneficio tengo si además tengo que pagar un flete de Bs 600 desde el centro de Caracas hasta Petare?”, se pregunta Pérez. Procesadoras de alimentos como Alimentos Polar (que cubre 50% del mercado nacional de harina de maíz) distribuyen directamente productos de consumo masivo a 40 mil establecimientos en todo el país, de los cuales 60% son abastos y bodegas. Fuentes de esta fábrica afirman que últimamente reciben pedidos mayores a los registros históricos, que no pueden atender pese a estar a máxima capacidad. Los abastos en zonas populares han cambiado. “Antes te podías mantener, ahora es más complicado. No se vive solo vendiendo chucherías. Y a cierta edad, es más difícil conseguir otro trabajo”, comenta José Alvarado tras las rejas de su bodega instalada en su casa en La Vega, según reportó el diario El Mundo Economía y Negocios.

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