VenePirámides
Por primera vez en los últimos diez años el Gobierno ha decidido ignorar al mercado paralelo de divisas, algo que tiene consecuencias.
En medio del recorte en la entrega de dólares a través de Cadivi y el cierre del Sitme, un sistema donde las empresas obtenían divisas a través de bonos, la demanda se ha disparado en el mercado paralelo y el billete verde alcanza precios inéditos que influyen sobre una porción importante de la economía.
Si bien la Ley de Ilícitos Cambiarios impide a los medios de comunicación divulgar el valor del dólar en este mercado, su presencia e impacto es notorio.
Un estudio elaborado por Ecoanalítica determina que un tercio de las categorías en las que el Banco Central de Venezuela divide los bienes y servicios que utiliza para calcular la inflación tienen precios altamente correlacionados con el dólar paralelo, concretamente, vestido y calzado; bebidas alcohólicas, esparcimiento, restaurantes y hoteles.
El director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, explica que "se trata de categorías que reciben muy pocas divisas por parte de Cadivi y como no están sujetos a controles de precios fijan el valor de sus productos o servicios tomando como referencia el comportamiento del dólar paralelo".
Las estadísticas oficiales desnudan el impacto. Entre octubre y febrero, período en el que el dólar paralelo se ha desbocado, los precios en restaurantes y cafetines registran un salto de 15%, hoteles 13%, bebidas alcohólicas 15%, vestido 13% y equipos del hogar 17%.
"En el Gobierno existe la tesis del ministro de Finanzas, Jorge Giordani, de no permitir que exista un mercado alterno a Cadivi, que es el que podría lograr que el dólar paralelo baje, mientras que el Banco Central sí está ganado a la creación de un sistema que cumpla el rol que tenía el Sitme", dice Asdrúbal Oliveros.
El cierre del Sitme tiene consecuencias. Según Ecoanalítica, este sistema atendía a 20% de las compras en el exterior del sector privado y la mitad de las empresas que acudían al mismo importaban bienes prioritarios porque preferían esta vía a los trámites burocráticos de Cadivi.
Presionado por una aguda crisis política que llevó a la paralización de la industria petrolera, descenso de los depósitos en el sistema financiero, incremento desmesurado en la compra de dólares y déficit en las cuentas públicas, el 22 de enero de 2003 Hugo Chávez cerró el grifo de las divisas y decretó un control de cambio que ha permanecido por diez años.
La medida, que otorgó al Gobierno el poder de decidir quién puede comprar cuántos dólares, se convirtió en una política permanente a pesar de que la producción de crudo se recuperó y el precio del barril ha desafiado la ley de la gravedad propiciando el boom petrolero más prolongado de la historia.
El control de cambio tiene como objetivo acabar con la fuga de divisas y contener la inflación garantizando la estabilidad del tipo de cambio para las importaciones, pero los resultados no han sido los esperados.
Barclays Capital precisa que durante los diez años de control de cambio la fuga de capitales asciende a 150 mil millones de dólares y entre 2007 y 2012 la salida registra un promedio de 20 mil millones de dólares al año, tres veces más que el promedio alcanzado durante los cinco años previos al control.
La lógica del Gobierno es que regular la compra de divisas permite mantener estable el tipo de cambio oficial a fin de asegurar que el costo de las importaciones crezca poco y la inflación sea baja, pero este objetivo tampoco se ha cumplido.
Venezuela padece la inflación más alta de América Latina y la escasez de productos básicos es persistente, según reportó el diario El Universal.
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