VenePirámides
ProDaVinci reporta que la empresa Protinal declaró que no tiene “materia prima” para producir alimentos para la crianza de pollos. La cosecha nacional de maíz, soya y grasas ya fue agotada y la empresa requiere importar estos productos para seguir produciendo. La traba para las importaciones no es otra que el retardo de CADIVI en el proceso de liquidación de divisas, pues las licencias de importaciones fueron entregadas oportunamente por el Ministerio de Alimentación, según dice el comunicado. Hay una población de un millón de pollos que están bajo amenaza de sacrificio (anticipado) por la imposibilidad de alimentarlos. Tratándose de animales criados para el consumo humano, es difícil imaginar un destino más inútil para esos pollos. Porque una cosa es el sacrificio y otra el beneficio.
La relación entre las divisas y el bienestar del venezolano en este caso es transparente y directa: si no hay divisas, no hay pollo. O deberíamos decir: si no hay divisas, no hay sopa de pollo, arroz con pollo, pollo a la plancha, pollo a la brasa, nuggets de pollo, croquetas de pollo, empanadas de pollo y un sinfín de recetas que ni siquiera a Armando Scannone le daría tiempo de documentar. Puesto en términos nutricionales, escaseará la más importante fuente de proteína del país que desviará la demanda hacia la carne bovina y el pescado, presionando a los precios y afectando el consumo de alimentos. Y el problema está lejos de ser un asunto de minorías: más del 94,1% de las familias consumen pollo, según el Instituto Nacional de Estadística.
El ciclo de importaciones en un país que funciona normalmente no debe pasar de noventa días (desde que se hace la solicitud al proveedor internacional hasta que llega la materia prima al establecimiento). Actualmente, las empresas reportan que el ciclo de importaciones puede alcanzar hasta los 270 días. Otras simplemente no pueden importar porque sus líneas de crédito están agotadas y necesitan que CADIVI liquide las divisas para que los proveedores aprueben los embarques a Venezuela. En estos días, los voceros del gobierno decían que había suficiente dólares disponibles para que la economía venezolana funcione bien. Los pollos y nosotros contamos con eso, ¿o no?
El Banco Central de Venezuela reportó que en enero y febrero hubo un nivel de escasez cercano al 20%, un nivel cuatro veces más alto que el considerado normal. Dudo que esta vez los responsables decidan culpar a la ninfomanía de divisas o, quizás, al pecado de la gula. Más bien creo que el problema está en las políticas y prácticas que desestimulan la oferta de bienes y la inversión privada en el campo y en la agroindustria. Diecinueve meses tienen los precios de la industria del pollo congelados. ¿No es evidente que las divisas son necesarias porque el maíz, la soya y las grasas nacionales son insuficientes para autoabastecernos? Lamentablemente, estas políticas nos hacen más dependientes de las importaciones y de las divisas.
En este tiempo de slogans, alguien podría decir que “salvar a los pollos es salvarnos” o, como una alternativa, decir “es mejor liquidar divisas que liquidar pollos”. Cosas de los controles de cambio.
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